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miércoles, 16 de julio de 2008

REFLEXIONES SOBRE EL SER HUMANO, CIENCIA Y SOCIEDAD


Para muchos autores, el siglo XVII es el comienzo de la modernidad. Que implica el alejamiento y rompimiento de la razón sobre la religión y teología. Es el mundo en cual la razón va a ser considerada cada vez más como “razón científica” (Gonzáles, M.; 1996), que permitirá explicar todos los fenómenos y sucesos que se dan en la realidad. Pero la modernidad (el pensamiento y el mundo moderno), no se generó de la noche a la mañana (como por arte de magia), hubieron una infinidad de factores que propiciaron el surgimiento de ella. Donde los hombres del Renacimiento, rompen con la concepción medieval, produciéndose nuevas formas de pensar, explicar, comprender […], la realidad. Donde el Renacimiento “abarca un proceso social global que va de la esfera económica y social, en que resulta afectada la estructura básica de la sociedad, al campo de la cultura, comprendiendo la vida cotidiana y la mentalidad diaria, la práctica de las normas morales y de los ideales éticos, las formas de conciencia religiosa, las artes y las ciencias” (Heller, A.; 1980), produciéndose así una nueva actitud ante el mundo, donde el hombre se va convirtiendo en el protagonista y director de su propio destino.

Los pensadores y filósofos de aquella época “enseñaron que el hombre con su inteligencia y con sus manos es capaz de dominar las cosas y de organizar humanamente…, de forma racional y libre, las cosas a la que pertenece” (Gonzáles, M.; 1996), de una manera espontánea y creativa, donde el uso de la razón es aplicable al hombre y a la naturaleza; en comparación con el hombre medieval que cree que su mundo “es inmutable e indestructible y en el cual él nada puede hacer para cambiar el curso natural y jerárquico de las cosas” (Ibid.). En función de ello, los descubrimientos sobre la naturaleza y el mundo empiezan a ampliarse, así como también las invenciones y una serie de técnicas

Por otra parte, la Modernidad pone énfasis en las matemáticas, la cual es puesta “al servicio de una finalidad operativa e instrumental que busca su aplicación preformativa al mundo. Es decir, busca vincular la matematización de lo real con la voluntad de dominio de la naturaleza (dominio que, con el tiempo, cada vez se hará más explícitamente tecnológico)” (Mayos S., G.; 2005), como instrumento de dominio y control de la naturaleza, para fines e intereses del ser humano. Así, Galileo (1981)1 señalaba que el universo, “está escrito en lenguaje matemático y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es imposible entender ni una palabra”. Por ello hay una concentración en codificar la realidad a través de las matemáticas para dominarla técnicamente y obtener utilidad de ella. Todo en función de la razón, que se basta a si misma y en sentido absoluto “para alcanzar tanto la verdad y el conocimiento, como la libertad individual y colectiva, tanto el progreso científico-tecnológico como el socio-político” (Ibid.).

Es así, que esta nueva forma de pensamiento y de concebir el mundo, reorganiza la sociedad, constituyéndose el desarrollo de las ciencias. Donde “las aplicaciones de la ciencia, la tecnología, aportaron al proceso económico” (Díaz, E. y Heler, M.; 2000). Produciéndose, formas más eficaces de explicación, en comparación con el mito, teología y religión, para el dominio más eficiente y eficaz de la naturaleza. Cuyo resultado conllevó a la aparición de la ciencia moderna y del método científico experimental, para dar una explicación natural o científica del universo, al margen de todo recurso sobrenatural. Así, Bacon (1980) en su libro Novum Organum señalaba que “todo debe realizarse mediante reglas y demostraciones fijas”, para penetrar “las sombras de la naturaleza”. Es así que la razón científica no puede caer en aproximaciones o intuiciones, sino que tiene que basarse en la experiencia sensible y ser demostrable necesarias, donde la matemática tiene que convertirse en instrumento indispensable de prueba, ya que sólo ella puede ofrecer demostraciones que “fluyen necesariamente” (Galilei, G.; 1981)2


I

En tal sentido, al hablar sobre el ser humano (hombre), se tiene que empezar diciendo, que para llegar a ser tal, ha tenido que pasar por un largo proceso evolutivo, por una serie (diversidad) de cambios (Biológicos, genéticos, fisiológicos…), que va de la animalidad (del mono) a la humanidad (primeros Homínidos, primeros miembros del genero Homo, hasta llegar el Homo Sapiens). Que en un inicio, de los árboles (trepando y movilizándose sobre ellos), empezaron a bajarse de ellos (por una diversidad de necesidades), prescindiendo poco a poco de las manos, empezaron a movilizarse con los pies, “al caminar por el suelo,…empezaron a adoptar más y más una posición erecta” (Engels, F.; 1952)3, dando “el paso decisivo para el transito del mono al hombre” (Ibid.). En función de ello, las manos empezaron a cumplir otras funciones más variadas, para construir artefactos, recoger piedras, palos, ramas […], adquiriendo y desarrollando (a través de miles de años) su habilidad manual, “transmitiéndolo por herencia …de generación en generación” (Ibid.). Pasando a ser así, la mano de órgano del trabajo, al producto de él. Humanizándose “al pasar a la vida social, basada en el trabajo” (Leontiev, A.;1973), cambiando así su naturaleza y “ya no determinado por leyes biológicas, sino por nuevas leyes del desarrollo social histórico” (Ibid.).

Dominando poco a poco la naturaleza, realizando diversas actividades, estos primeros hombres4, tuvieron la necesidad de decirse algo, lográndose con el tiempo una producción articulada de sonidos, estableciéndose y consolidándose paulatinamente el lenguaje (“a partir del trabajo y con el trabajo” [Ibid.]), permitiendo el desarrollo y transformación del cerebro, de los sentido y diversos órganos, desarrollándose con ello también la capacidad de abstracción y razonamiento […], creándose “nuevas capacidades y funciones psíquicas” (Leontiev, A.;1973), apartándose poco a poco de los animales. Y mas aún viviendo en sociedad, donde “los hombres fueron aprendiendo a ejecutar operaciones cada más complicadas, a plantearse y a alcanzar objetivos cada vez más elevados” (Ibid.), donde “el mundo social, el mundo puramente humano, “no es otra cosa que el desenvolvimiento último y supremo …de la animalidad” (Bakunin, M.: 1979). Ya que los animales sólo hacen uso de la naturaleza y la modifican “por el mero hecho de su presencia en ella” (Engels, F.; 1952)4, en comparación con el hombre que “modifica la naturaleza y la obliga a servirle, la domina” (Ibid.).

En función de lo ya mencionado, se podría ampliar diciendo, que el hombre concretamente es un ser vivo, un ser psíquico y ser social; pero todo al mismo tiempo. Por ello se diría que cada individuo humano es una personalidad; y que para ser una persona o personalidad –para llegar a ser un individuo social– tiene que pasar por procesos formativos que lo lleven a ello. Que se inicia con la fecundación y la formación del zigoto. Donde al nacer tienen ya una estructura individual de naturaleza humana, determinada tanto por los genes como por el ambiente local (que rodea a la madre gestante y al recién nacido). Donde la sociedad (después del nacimiento) asumirá el papel formativo de la persona, sin negar con ello la importancia del potencial humano que tiene el individuo a partir de la información genética de sus padres.

Por ello, el proceso de desarrollo personal abarca la vida o la historia de cada individuo, que no sólo incluye sus procesos formativos tempranos durante la infancia, la niñez y la adolescencia, sino también los procesos de su madurez y finalmente de su involución durante la senescencia. Es así que el desarrollo como persona comprende tanto los procesos de crecimiento y maduración biológica, como los de la transformación del organismo en psiquismo animal y de éste en psiquismo humano [...].

Haciendo una diferenciación más amplia y más compleja entre el hombre y el animal, tenemos que la estructura psíquica animal comprende solo dos componentes: uno “afectivo-emotivo y cognitivo-ejecutivo” (Ortiz, P; 1997) de nivel inconciente. Por lo tanto se diría que un “animal superior es un psiquismo animal, su estructura corresponde a la de un psiquismo animal; su actividad es psíquica inconciente; su estructura y actividad depende de la información psíquica inconciente que se encuentra codificada en las redes nerviosas del alocortex cerebral” (Ibid.). “Y un individuo humano es una personalidad, cuya estructura y actividad personal depende de la información psíquica conciente que esta codificada en las redes nerviosas del neocortex cerebral. Cuya estructura psíquica personal comprende tres componentes: afectivo-emotivo, cognitivo-productivo y conativo-volitivo, todos de nivel conciente, en base a los cuales la personalidad queda estructurada en tres componentes: temperamento, intelecto y carácter” (Ibid.).

Haciéndose tal diferenciación se puede decir tajante y rotundamente, que el ser humano ya no es un animal (ha dejado de ser un animal), para pasar a ser un ser humano, o para ser mas especifico, una persona, ya que “la humanidad es al mismo tiempo y esencialmente una negación, la negación reflexiva y progresiva de la animalidad en los hombres” (Bakunin, M.; 1979), donde la actividad personal del individuo humano (actividad psíquica consciente), depende de la información psíquica consciente que se codifican en las redes nerviosas neocorticales del cerebro.

Por tanto se podría decir que cada personalidad tiene un nivel adicional y superior de organización de su actividad que se basa en dicha información que refleja la información social existente. Donde es la información social, que uno recibe del medio (exterior a la persona), quien modifica y estructura al neocortex, ya que el ser humano (persona), como ser social, depende de la sociedad, ya que es en ella en la que se forma, desarrolla […] y le da todos los medios posibles para tu formación como tal, constituyendo así, sus creencias, pensamientos, acciones, ideales, convicciones intelectuales, morales […]


II

Pero el desarrollo del ser humano como persona, no ha sido tan sencilla o fácil, ha durado miles de años, así como también el desarrollo y producción de conocimiento y ciencia Ha tenido que pasar por una diversidad de estadios, procesos y etapas, de una irracionalidad a una racionalidad, de lo inconsciente a lo consiente, de lo irreal o fantasioso a lo real […].

Así, desde los inicios, el hombre ha estado sumido “en la mayor ignorancia acerca de su organismo y excitado por las imágenes de sus sueños” (Engels, F.; 1952)5. Dando explicaciones maravillosas (fantasiosas, míticas, mágicas…) a sucesos y fenómenos que no conocían o no podía explicar (sucesos naturales, estelares, subjetivas…), instaurándose tales explicaciones, que luego pasaron a ser creencias, para luego, en el transcurso del tiempo como algo normal o común en la sociedad. Llegándose a explicar en función de ello, la realidad, la naturaliza, el comportamiento, pensamiento […], donde aún se sigue haciendo en la actualidad, pero de forma mas disimulada o más creíble por decirlo así.

Por ejemplo tenemos a las religiones, que según la RAE6, la define como:

- Un conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentamientos, de veneraciones y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto.
- Virtud que mueve a dar a Dios el culto debido.
- Profesión y observancia de la doctrina religiosa.
- Obligación de conciencia, cumplimiento de un deber. La religión del juramento.
- Instituto religioso.

Apreciándose de tales definiciones una proyección fantástica, ligada siempre a alguna divinidad o algo que esta por encima de uno, de los demás y de lo existente, que regula, norma, limita, obliga […] a los que están sumidas a ella. Por ello se podría decir que la religión, es sólo un reflejo fantástico en la cabeza humana, de las fuerzas exteriores que dominan sobre los sentidos en la vida cotidiana de la persona. Reflejo en el cual las fuerzas terrenales adquieren formas no terrenales. La creencia en algo irreal e inexistente, que genera opresión espiritual en todas partes, de la cual muchos ven ello algo normal por lo cual se sienten a gusto manteniendo de alguna u otra forma esta situación.

En tal sentido para ampliar lo mencionado, se añadiría también, que tal deidad o divinidad a la cual se le debe culto, temor, veneración […], es la imagen fantástica de un Ser sobrenatural todopoderoso al que según algunos atribuyen la creación y la dirección del mundo (Dios, Alá, Idea absoluta…). Producidos por la ignorancia de determinada época al no poder explicar una diversidad de fenómenos que se sucedían.

Pero tales creencias (irracionales, absurdas, ficticias…), han calado profundamente en la persona, llegando a rendirle culto y veneración a su propia creación, ya que no es Dios quien creó al mundo (universo) y al Ser Humano a su imagen y semejanza, sino a la inversa, que Dios fue creado por el Ser Humano a su imagen y semejanza (una expresión sublimada de la ciencia humana creada por la imaginación), pero a la cual lo maximizó, le fue dando propiedades y facultades sobrenaturales, extraterrenales, maravillosas […], arrodillándose ante su creación y rindiéndole culto y veneración. Llegando a influir en todos los ámbitos en el cual se desenvuelve el ser humano (política, cultura, educación, economía, ciencia…), “generándose así una esclavitud intelectual, de cualquier naturaleza que sea” (Bakunin, M.; 2008), teniendo siempre “por corolario la esclavitud política y social” (Ibid.), y también personal”.

Por ello, tales creencias son un obstáculo para la emancipación del ser humano, ya que si “Dios es, es necesariamente el señor eterno, supremo y absoluto (sería el amo), y si existe un amo semejante, el hombre es el esclavo. Ahora bien, si el hombre es un esclavo; ni la justicia, ni la igualdad, ni libertad …son posibles para él” (Bakunin, M.; 1979), nada se podría hacer, tener o conseguir, ya que todo esta determinado, definido, ya que para Dios no existe espacio y tiempo, el lo ve, y sabe todo, –él es el presente pasado y futuro–, estando siempre dependiendo de él y a su servicio, de la cual “solo seriamos unas simples ovejas, cuidados por el pastor. Donde no desarrollaríamos a cabalidad nuestras potencialidades y capacidades a plenitud, para así, llegar a ser seres humanos o personalidades como tal” (Huamanchahua C., E.; 2008).

Así, poniendo un ejemplo, la religión cristiana, cuenta (en su libro fantástico, fabulesco y maravilloso –La Biblia–), que Dios creo a los primeros hombres –Adan y Eva– [“sin duda para engañar su hastío que debía de ser terrible en su eternamente egoísta soledad, para procurarse nuevos esclavos” (Bakunin, M.; 1979)], según sigue comentando a su imagen y semejanza, poniéndolos en el jardín del Edén le dice: “puedes comer todo lo que quieras de los demás árboles del jardín, pero no comerás del árbol de la Ciencia del bien y del mal. El día que comas de él, ten seguro de que morirás”7 (La Biblia Latinoamericana, 1995), poniéndole a su disposición por decirlo así toda la tierra, con todos sus frutos y todos los animales que hay, pero, había un límite, el no comer el árbol de la Ciencia, para que el hombre este “privado de toda conciencia de sí mismo, permaneciese un eterno animal, siempre de cuatro patas ante el Dios eterno, su creador su amo” (Bakunin, M.; 1979). Pero llega “Satanás, el eterno rebelde, el primer librepensador y el emancipador de los mundos. Avergüenza al hombre de su ignorancia, de su obediencia animal; lo emancipa e imprime sobre su frente el sello de la libertad y de la humanidad, impulsándolo a desobedecer y a comer del fruto de la ciencia” (Ibid.), lo demás ya se conoce “el buen Dios, cuya ciencia innata constituye una de las facultades divinas, habría debido advertir lo que sucedería; sin embargo, se enfureció terrible y ridículamente: maldijo a Satanás, al hombre y al mundo creados por él, hiriéndose, por decirlo así, en su propia creación, como hacen los niños cuando se encolerizan; y no contento con alcanzar a nuestros antepasados en el presente, los maldijo en todas las generaciones del porvenir, inocentes del crimen cometido por aquellos, …luego, recordando que no era sólo un Dios de venganza y de cólera, sino un Dios de amor, después de haber atormentado la existencia de algunos millares de pobres seres humanos y de haberlos condenado a un infierno eterno, tuvo piedad del resto y para salvarlo, para reconciliar su amor eterno y divino con su cólera eterna y divina siempre ávida de víctimas y de sangre, envió al mundo, como una víctima expiatoria, a su hijo único a fin de que fuese muerto por los hombres. Eso se llama el misterio de la redención, base de todas las religiones cristianas. ¡Y si el divino salvador hubiese salvado siquiera al mundo humano! Pero no; en el paraíso prometido por Cristo, se sabe, …que o habrá más que muy pocos elegidos. El resto, la inmensa mayoría de las generaciones presentes y del porvenir, arderá eternamente en el infierno” (Ibid.).

En la actualidad, aún seguimos pagando por tal absurda condena (absurda por ser irreal, ficticia, fabulesca, irracional…), ya que desde niños somos bombardeados por toda una sarta de información sobre tales creencias y principios, por nuestros padres, entorno, escuela […], de la cual no podemos escapar; influenciando a futuro en el modo de pensar, sentir, actuar, percibir, razonar […] de las personas, donde sin siquiera saber y explicar (por parte de los seguidores y creyentes de esas ideas) tales ideas absurdas (de la existencia de Dios, ese salgo mortal de la inmortalidad o divinidad a la mortalidad, de la idea a la materia, de lo perfecto a lo imperfecto, de lo puro a lo impuro…), como diría Tertuliando: “Credo quia absurdum” 8 (Marías, J.; 2007), ya que todo es dado y explicado mediante la divina revelación.

Todo ello avalado por gobiernos, instituciones (políticas, económicas, religiosas…), que de alguna manera no se desprendes de las influencias míticas, religiosas y metafísicas, presentadas de una manera más camuflada y racional por decirlo así, apreciándose tales consecuencias en la forma de concebir el mundo, obtener el conocimiento y hacer ciencia, así como también sigue influenciando en el modo de ver y apreciar la realidad.


III

Por tanto se tiene que desligar y desvincular Ciencia de Religión (en el sentido de la creencia de un ser sobrenatural, absoluto, todopoderoso…), ya que en un sentido más amplio se podría decir que la ciencia es “un conjunto de conocimientos sistemáticos” (Tecla, A. y Garza, A; 1974), es “un sistema de conocimientos en desarrollo, los cuales se obtienen mediante los correspondientes métodos cognoscitivos” (Kedrov, M. B. y Spirkin, A.; 1968), reflejos de la realidad comprobadas y demostradas “a través de la practica social” (Ibid.) de los hombres. Que parte de realidad y “va de los detalles al conjunto y de la constatación, del estudio de los hechos, a su comprensión, a las ideas (de la metería a la idea, idea como creación y producto de la materia –agregado por el autor–), pues las ideas no son mas que fiel exposición de las relaciones de coordinación, de sucesión y acción …de las cosas y los fenómenos reales” (Bakunin, M.; 2008) [relación sociales], que fue desarrollándose de la ignorancia de los primero hombres a la religión y metafísica (“de objeto de fe ciega a objeto de especulaciones trascendentes y de juego de palabras más o menos ingenioso, de explicaciones y de demostraciones que no explican y que no demuestran absolutamente nada, porque lo hacen de toda experiencia real, … porque la metafísica no tiene otra garantía para la existencia misma de los objetos sobre los cuales razona, que las seguridades o el mandamiento imperativo de la teología” [Ibid.]), hasta llegar a la ciencia (como se entiende y comprende en la actualidad).

Pero por lo general la ciencia siempre ha estado al servicio de unos cuantos, así como también el conocimiento, el derecho a educarse, el poder desarrollarse y formarse como seres humanos (personas). En un inicio sólo tenían acceso a ello los de la élite por decirlo así, los que gobernaban, los reyes, nobles aristócratas, burgueses […], dejando al pueblo o a la masa en la mas profunda ignorancia (condenándolos a trabajar todo el día, para poder subsistir, manteniéndolos ocupados y realizando una diversidad de actividades y labores), para poder seguirle explotando, manipulando, manejando […], y hacer con ellos lo que se venga en gana, como aún se sigue haciendo en la actualidad, donde los pocos los que tienen mucho y son muchos los que tienes poco, donde son unos cuantos los que se benefician de las riquezas y beneficios de la naturaleza, dejando al resto (gran mayoría) sumidos en la miseria e incertidumbre. Donde la ciencia es utilizada para el beneficio del que aporta o pone más, o el que puede pagar por ello (medicamentos, productos de consumo y uso, conocimiento…), los que no pueden pagar por ello, quedan rezagados, utilizando las sobras o desperdicios de los que si pueden acceder a tales cosas.

Donde después de un descubrimiento científico, tiene que pasar una gran cantidad de año para recién ser utilizados o masificados por decirlo así, tiene que pasar por el gobierno (poder de turno) o por las élites gobernantes y dominantes de la sociedad. Donde una vez pasado por ellos, recién salgan a la luz, siempre limitados o recortados en función de la obtención de de mayor beneficios y ganancias, o en función de la política aplicada y utilizada por tal sector dominante o gobernante, para seguir estando en lugar en el que están y seguir manteniendo tales beneficios.

De ello se diría que la ciencia misma está siendo limitada, ya que se le ponen parámetros, o se hace ciencia en función de los intereses de los que invierten en tales investigaciones, en función de particularidades o privados. El conocimiento científico permite el dominio de los fenómenos. “La ciencia es poder”, afirmaba Bacón (Díaz, E. y Heler, M.; 2000) que genera –y produce– avances y beneficios –en la sociedad del consumo–, “frente a una mayoría que vive en condiciones infrahumanas, así como también, grandes posibilidades de desarrollo y creatividad, junto con estructuras opresoras y alienantes” (Ibid.).

Aparte de ello, las consecuencias de tales políticas o intereses de los que promueven tales cosas y acciones, ha conllevado a una progresiva destrucción de la naturaleza (calentamiento global, agüjeramiento de la capa de ozono, derretimiento de las capas de hielo, contaminación…), que al parecer, parece irremediable o irreparable en función de cómo se sigue desenvolviendo la sociedad actual, conllevando a la pauperización y destrucción no solo de la naturaleza, sino quizá, de la misma humanidad (como nos están haciendo notar los movimientos ecologistas, antiglobalizacion, entre otros), donde quizás nosotros no paguemos las consecuencias, sino las futuras generaciones. Donde si uno se pone a analizar y visualizarse a futuro, se dará cuenta que es frustrante y doloroso, como ya lo señalaba Bonanno, A. (2005) en el libro “No podréis pararnos”, donde visualizaba un futuro (haciendo una analogía de los castillos medievales), donde solo unos cuantos seguirán beneficiándose de la naturaleza, encerrados en sus castillos (producirán mejores técnicas, métodos e instrumentos para controlar la naturaleza y beneficiarse ellos mismo o los que están dentro de tal castillo), donde los que están fuera de ella, estarán a su suerte (marginados), subsumidos por las consecuencias que he llevado el uso y transformación inadecuado de la naturaleza (sociedad industrial y post-industrial), pagando todas las consecuencias de unos cuantos […].

A esto estamos llegando, donde nos dicen que hay avances y desarrollo tanto económicos, informáticos y tecnológicos, pero no del ser humano (que hay de él), llegando a ser considerados como no pensantes donde “otros son los que piensan por nosotros, deciden que haremos, seremos y consumiremos” (Huamanchahua C., E.; 2008), simples objetos a los cuales hay que venderles y hacerle consumir algo (lo que sea y lo que se pueda). Vendiéndonos todo un mundo de fantasía y perfección, como si nada ocurriera en el mundo, avalado y propagandizados por una diversidad de medio “entre ellos el de comunicación (televisión, radio, periódicos, Internet…) y como se puede apreciar lo han conseguido en gran medida, aceptándose ello muy a menudo sin crítica, sin decir y hacer algo a cambio” (Ibid.).


***

¿Se tiene que hacer algo?, diría que sí, hay mucho que hacer y por hacer, no solo en plano externo a uno, sino también en el plano interno (tanto en el plano concreto y objetivo, y en el plano subjetivo), todo conjuntamente, para de alguna manera mejorar la situación, y librarse poco a poco de ciertas influencias e ideas nefastas (productoras de servidumbre y esclavitud), como lo es la existencia irracional de un Dios (sobrenatural, extraterrenal, divino, absoluto…), ya que ello implica sometimiento y esclavitud.

Hacer un uso adecuado de la ciencia, para explicar y dar cuenta de la realidad, para así posibilitar su conocimiento y saber como es. Para también saber bajo que condiciones y relaciones hay que crear y modificar la realidad, para producir y evitar ciertos fenómenos y catástrofes. Partiendo siempre de la realidad concreta, de nuestra realidad. Buscando así el beneficio de la humanidad, su desarrollo y mejora, pero sin destruir o en detrimento de la naturaleza.


NOTAS

1. Galilei, G. (1981). “El ensayador”. Editorial Agilar, Buenos Aires.

2. Galilei, G. (1981). “Consideraciones y demostraciones matemáticas sobre las nuevas ciencias”. Editorial Nacional, Madrid.

3. Engels, F. (1952). “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”.

4. Tengamos en cuenta que nuestros primero antepasados vivían en bandas, ya que es imposible buscar el origen del hombre, si viviesen aislados, solos o no congregados.

5. Engels, F. (1952). “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”.

6. Diccionarios de la Real Academia Española, vigésima segunda edición en http://www.rae.es/rae.html.

7. Génesis 2, 16-17, en “La Biblia Latinoamericana” (1995).

8. Tertuliando escribió una serie de frases famosas, que afirman que certeza de la revelación está fundada en la incompresibilidad racional, terminando con una frase que tradicionalmente le es atribuida, aunque no se encuentra en sus textos: Creo quia absurdum (Marías, J.; 2007).


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


Bacon, F. (1980). “Novum Organum”. Editorial Porrúa, México.

Bakunin, M. (2008). “Consideraciones Filosóficas”. Editorial Propaganda y Agitación, Lima.

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Bonanno, A. (2005). “No podréis pararnos”. Editorial Klinamen, Madrid.

Díaz, E. y Heler, M. (2000). “El conocimiento científico: Hacia una visión crítica de la ciencia”. Editorial EUDEBA, Buenos Aires. Volumen 1.

Editorial Verbo Divino (1995) “La Biblia Latinoamericana”. Editorial Verbo Divino, Madrid.

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Marías, J. (2007). “Historia de la filosofía”. Revista de Occidente, Madrid.

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